lunes, 29 de julio de 2013

El lenguaje del corazón y de la vida

Nos conecta con nuestras emociones y necesidades

 "Lo que busco en la vida es compasión, una corriente que fluya entre yo y los demás, basada en un mutuo dar de todo corazón"
Marshall B. Rosenberg

Cristina tiene dos hijos adolescentes, y se sentía angustiada debido a los constantes conflictos que tenía con ellos. No podía controlar su enojo cuando llegaba de trabajar y veía la ropa sucia de sus hijos en cualquier parte de la casa.
Cristina reaccionaba con gritos e insultos, los acusaba de “desagradecidos y desordenados”; y luego se sentía muy mal por ello.
Con su esposo le sucedía algo similar. Lo amenazaba si no respondía de la manera que ella esperaba que él lo hiciera.
Su angustia crecía; entonces, decidió pedir ayuda profesional.
Luego de un proceso muy profundo, Cristina aprendió una nueva manera de comunicarse que le aportó un gran crecimiento personal; y la hace sentir muy satisfecha actualmente.
Ella aprendió a re-conocer lo que sentía, a re-conocer sus necesidades, y a comunicarse efectivamente para satisfacerlas; respetándose a si misma y respetando a los otros también.
Sus vínculos mejoraron, transformándose en relaciones más sanas y maduras.
Cristina dice hoy:
-pasé de los gritos e insultos a comunicarme con mis hijos de esta manera:
“César, me molesta ver las medias sucias en el comedor… me gusta que las habitaciones de la casa que compartimos entre todos estén ordenadas…¿quieres hacer el favor de retirar las medias y meterlas en el lavarropas?” claro que no fue nada fácil… nos llevó tiempo a todos… pero nos cambió la vida!


Somos sujetos de necesidades
Los seres humanos somos sujetos de necesidades, y todas nuestras acciones están orientadas a satisfacerlas[1].
Y si observamos detenidamente, encontraremos maneras de comunicarse donde se utiliza el miedo, la culpa, la vergüenza, la acusación o las amenazas.
Es decir, se intenta satisfacer necesidades pero de una manera que hiere los vínculos, y así, los deteriora día a día.

Que satisfacemos a través de la comunicación
Marshall B. Rosenberg[2] desarrolló un modelo que nos ayuda a conectarnos con nuestras emociones y necesidades, a estar atentos cómo surge la violencia en nosotros, y descubrir cómo conectarse desde el corazón con uno mismo y con los demás. A este modelo lo llamó “Comunicación no violenta”.

Comunicarnos efectivamente
Es un modelo que busca que las personas se comuniquen entre sí de manera efectiva, que aprendan a expresar con claridad a partir de sus observaciones, sentimientos, necesidades y pedidos; de un modo que evite el lenguaje que juzga o manipula a los otros.

Implicará profundizar
Es una manera de comunicarnos que nos induce a profundizar, comenzando con nosotros mismos, conectándonos así con nuestra natural compasión humana.
Es un enfoque que puede aplicarse a todo vínculo, personas o grupos.

Estar despiertos y atentos
Ahora bien, ¿cómo lo hacemos?
Pues enfocando e iluminando estos cuatro aspectos:
1-Observamos qué ocurre realmente en una situación dada: ¿sirve para enriquecer nuestra vida o no?
Es importante describir el fenómeno, expresar claramente qué nos gusta y qué no, y sin emitir juicios en lo posible.
Es decir, nos entrenamos para despegar lo que percibimos, de los comentarios, opiniones, juicios y evaluaciones que tienden a adherirse inmediatamente a ello.

Conectar con nuestras necesidades
2- Luego investigamos Qué sentimos frente a lo que hemos observado: ¿nos sentimos enojados, ofendidos, asustados, alegres, divertidos, cansados, etc.?
En este paso, es importante re-conocer que nadie nos hace sentir lo que sentimos, sino que “despierta” sentimientos originados en nuestras propias necesidades o valores.
Practicando esta actitud vital vivimos con mayor responsabilidad, y comienza a debilitarse el hábito de culpar a otros por lo que nos pasa.

Y sentimientos
3-En tercer lugar veremos Qué necesidades subyacen a estos sentimientos que hemos descubierto.
Es importante reconocer que cuando experimentamos un fuerte dolor o enojo ante un mensaje que recibimos, necesitamos comprensión de otra persona, para aclararnos qué necesidades no satisfechas están implícitas en ese sentimiento de dolor o ira.
Recién cuando esto esté claro, podremos recuperar nuestra natural capacidad para recibir y escuchar al otro.

Y expresarnos claramente
4-Finalmente, tendremos que Pedir de manera clara aquello que necesitamos.
Entonces la esencia de la “Comunicación no violenta” es:
-Conectar y expresar honestamente y sin evaluar aquello que observamos, sentimos, necesitamos y pedimos (no exigimos) sin criticar ni culpabilizar.
-Escuchar, sin engancharse en juicios o demandas, los sentimientos y necesidades del otro.
-Una vez escuchadas plenamente las necesidades de todas las partes, buscar estrategias para satisfacerlas, de manera conjunta.

Un verdadero desafío
Como vemos, para practicar este estilo de comunicarnos para resolver un conflicto, abandonamos la idea de obtener que las personas hagan lo que uno quiere; y nos concentramos en crear las condiciones donde las necesidades de todos y cada uno, sean satisfechas.
Nada fácil de lograrlo, por cierto, pero sí un estilo lleno de vida, sensibilidad y posibilidad de transformación y crecimiento. Un verdadero desafío.

Síntesis
-Si nos comunicamos desde lo que observamos, sentimos y necesitamos, y desde ahí hacemos un pedido claro (no una exigencia) nuestro mensaje será recibido y tendremos más probabilidades de obtener aquello que buscamos para enriquecer nuestra vida.
-A su vez si escucho la expresión del otro desde este mismo punto de vista y conecto con sus observaciones, sentimientos, necesidades y pedidos, sin engancharme en sus juicios, probablemente me vea naturalmente inclinado a movilizar mis recursos para contribuir con su bienestar.

Para reflexionar

La espiritualidad nos ilumina el camino
Más allá de lo-que-está-bien y lo-que-está-mal
se extiende un campo,
en ese lugar nos encontraremos

Rumi, filósofo, poeta y místico persa (1207-1273)

Bibliografía
-Comunicación no violenta, Marshall B. Rosenberg (2000), Ediciones Urano, Balcelona España.

[1] Dr. en Psiquiatría Enrique Pichón Riviére, creador de la Escuela de Psicología Social en Argentina.
[2] Dr en psicología clínica, educador, y reconocido mediador en conflictos internacionales, y por el Centro para la Comunicación No Violenta.

La ALEGRÍA es una de las causas de la LONGEVIDAD




Una investigación de Danner, Snowdon y Friesen en el 2001 evaluó el estado de salud y la longevidad de 180 monjas que en 1932, antes de ingresar en la orden religiosa, escribieron breves relatos autobiográficos sobre sus vidas y sobre lo que esperaban del futuro.
Dadas las condiciones homogéneas en las que todas las monjas habían vivido, la única variable a la que se podían atribuir las diferencias observadas en su estado de salud y en su longevidad era la presencia de emociones positivas en los antiguos relatos personales.
¿Qué encontraron? 
Pues que las monjas que reflejaron en sus escritos emociones positivas (alegría, felicidad, gratitud) gozaban de mejor estado de salud y vivían aproximadamente unos diez años más que aquellas que prácticamente no expresaron emociones. 

El 90% de las monjas del grupo más alegre seguía viviendo a los 85 años en contraste con el 34% del grupo menos alegre.
"En toda vida hay bastante de bueno y de malo -una buena medida de tristeza y de felicidad, de alegría y dolor, como para encontrar una base razonable que justifique el optimismo o el pesimismo. 
Uno mismo decide si va a reír o llorar, a bendecir o maldecir, la perspectiva que tendrá de la vida. Si mirará al cielo con esperanza o al suelo con desesperación. 
La actitud optimista no es un lujo, sino una necesidad. 
La manera en que uno mira la vida determina su estado de ánimo, cómo se desempeña en sus actividades y lo bien que se lleva con los demás. 
Y a la inversa: los pensamientos, actitudes y expectativas pesimistas se nutren de sí mismos. Se vuelven profecías que por su propia naturaleza se cumplen. 
El pesimismo crea un mundo deprimente en el que nadie quiere vivir. 
Solo hay una cosa más fuerte que la actitud negativa: una actitud positiva."
María Fontaine


¿De dónde surge, cuál es la raíz de nuestra alegría?

Del sentirse incondicionalmente unidos al Origen, al Creador.
Del sentirse constantemente guiado y protegido por él: “No temas”.
Del saber que nunca estás solo. “Yo estoy contigo”.
Del saber que Él convierte nuestros lamentos en baile
Porque vive en el amor, que tiene relación directa con la alegría.
Y, sobre todo, porque lleva dentro la verdadera fuente de la alegría, que es inagotable y que todo lo transforma en caudal de más alegría. 
Es una participación del gozo eterno de Dios.

¿Dónde están las monedas? El vínculo logrado entre hijos y padres.

"Hay otra razón poderosa que puede empujarnos a iniciar la tarea de restaurar el amor hacia nuestros padres: sólo logramos amarnos a nosotros mismos cuando los amamos y honramos a ellos. En lo más profundo de cada uno de nosotros, por muy graves que sean las heridas, los hijos seguimos siendo leales a nuestros padres, e inevitablemente los tomamos como modelos y los interiorizamos. De algún modo conectamos con una fuerza que nos hace ser como ellos. Por eso, cuando somos capaces de amarlos, honrarlos, dignificarlos y respetarlos, podemos hacer lo mismo con nosotros mismos y ser libres"
JOAN GARRIGA 
El cuento de nuestros Padres
Por Joan Garriga
En una noche cualquiera, una persona, de la que no sabemos si es un hombre o una mujer, tuvo un sueño.

Es un sueño que todos tenemos alguna vez. Esta persona soñó que en sus manos recibía unas cuantas monedas de sus padres. No sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, cientos, una docena o aún menos. Tampoco sabemos de qué metal estaban hechas, si eran de oro, plata, bronce, hierro o quizá de barro.

Mientras soñaba que sus padres le entregaban estas monedas, sintió espontáneamente una sensación de calor en su pecho. Quedó invadida por un alborozo sereno y alegre. Estaba contenta, se llenó de ternura y durmió plácidamente el resto de la noche.

Cuando despertó a la mañana siguiente, la sensación de placidez y satisfacción persistía. Entonces, decidió caminar hacia la casa de sus padres. Y, cuando llegó, mirándolos a los ojos, les dijo:

— «Esta noche habéis venido en sueños y me habéis dado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran monedas de un metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento plena y contenta. Y vengo a deciros gracias, son suficientes, son las monedas que necesito y las que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.»

Al oír esto, los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior sintieron que aún podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar. Así, dijeron: — Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal. Son para ti.

Entonces este hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra y andaba con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en la tierra y ante sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador.

Mientras recorría el camino de la vida, encontró distintas personas con las que caminaba lado a lado. Se acompañaban durante un trecho, a veces más largo o más corto, otras veces estaban con él durante toda la vida. Eran sus socios, sus amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores e incluso sus adversarios. En general, el camino resultaba sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y su naturaleza personal. Tampoco estaba exento de los pesares naturales que la vida impone. Era el camino de su vida.

De vez en cuando esta persona volvía la vista atrás hacia sus padres y recordaba con gratitud las monedas recibidas. Y cuando observaba el transcurso de su vida, miraba a sus hijos o recordaba todo lo conseguido en el ámbito personal, familiar, profesional, social o espiritual, aparecía la imagen de sus padres y se daba cuenta de que todo aquello había sido posible gracias a lo recibido de ellos y que con su éxito y logros les honraba. Se decía a sí mismo: «No hay mejor fertilizante que los propios orígenes», y entonces su pecho volvía a llenarse con la misma sensación expansiva que le había embargado la noche que soñó que recibía las monedas.

Sin embargo, en otra noche cualquiera, otra persona tuvo el mismo sueño, ya que tarde o temprano todos llegamos a tener este sueño.

Venían sus padres y en sus manos le entregaban unas cuantas monedas. En este caso tampoco sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, unos cientos, una docena o aún menos. No sabemos de qué metal estaban hechas, si de oro, plata, bronce, hierro o quizás de barro...

Al soñar que recibía en sus manos las monedas de sus padres sintió espontáneamente un pellizco de incomodidad. La persona quedó invadida por una agria inquietud, por una sensación de tormento en el pecho y un lacerante malestar. Durmió llena de agitación lo que quedaba de la noche mientras se revolvía encrespada entre las sábanas.

Al despertar, aún agitada, sentía un fastidio que parecía enfado y enojo, pero que también tenía algo de queja y resentimiento. Quizá lo que más reinaba en ella era la confusión y su cara era el rostro del sufrimiento y de la disconformidad. Llena de furia y con un ligero tinte de vergüenza, decidió caminar hacia la casa de sus padres.

Al llegar allí, mirándolos de soslayo les dijo:

- «Esta noche habéis venido en sueño y me habéis dado unas cuantas monedas. No sé si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué material estaban hechas, si eran de un metal precioso o no. No importa, porque me siento vacía, lastimada y herida. Vengo a decirles que vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las monedas que necesito ni son las que merezco ni las que me corresponden. Así que no las quiero y no las tomo, aunque procedan de ustedes y me lleguen a través vuestro. Con ellas mi camino sería demasiado pesado o demasiado triste de recorrer y no lograría ir lejos. Andaré sin vuestras monedas.»

Y los padres que, como todos los padres, empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, aún se hicieron más pequeños. Se retiraron, disminuidos y tristes, al interior de la casa. Con desazón y congoja comprendieron que todavía podían dar menos a este hijo porque ante la dificultad para tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeñas y languidecen. Guardaron silencio, confiando en que, con el paso del tiempo y la sabiduría que trae consigo la vida, quizá se pudieran llegar a enderezar los rumbos fallidos del hijo.

Es extraño lo que ocurrió a continuación. Después de haber pronunciado estas palabras ante los padres en respuesta a su sueño, este hijo se sintió impetuosamente fuerte, más fuerte que nunca. Se trataba de una fuerza extraordinaria. Se había encarnado en él la fuerza feroz, empecinada y hercúlea que surge de la oposición a los hechos y a las personas. No era una fuerza genuina y auténtica como la que resulta del asentimiento a los hechos y que está en consonancia con los avatares de la vida, pero la fuerza era intensa.

Sin ninguna serenidad interior, aquella persona abandonó la casa de los padres diciéndose a sí misma:

- Nunca más.

Impetuosamente fuerte, pero también vacía, huérfana y necesitada, aún queriéndolo y deseándolo, no lograba alcanzar la paz.

A medida que la persona se alejaba de la casa de sus padres sentía que sus pies se elevaban unos centímetros por encima de la tierra y que su cuerpo, un tanto flotante, no podía caerse por su propio peso real. Pero lo más relevante ocurría en sus ojos: los abría de una manera tan particular que parecía que miraba siempre lo mismo, un horizonte fijo y estático.

La persona desarrolló una sensibilidad especial. Así, cuando encontraba a alguien a lo largo de su camino, sobre todo si era del sexo opuesto, esta sensibilidad le hacía contemplarlo con una enorme esperanza, la que, sin darse cuenta le llevaba a preguntarse:

- ¿Será esta persona la que tiene la monedas que merezco, necesito y me corresponden, las monedas que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será esta la persona que tiene aquello que merezco?

Si la respuesta que se daba a si misma era afirmativa, resultaba fantástico. A esto, algunos lo denominan enamoramiento. En esos momentos sentía que todo era maravilloso. No obstante, cuando el enamoramiento acababa convirtiéndose en una relación y la relación duraba lo suficiente, la persona generalmente descubría que el otro no tenía lo que le faltaba, aquellas monedas que no había tomado de sus padres.

- ¡Qué pena!, se decía y se quejaba amargamente de su mala suerte, culpando al destino de ello.

A esto lo llaman desengaño y esta persona se sentía sometida a un tormento emocional que tomaba la forma de desesperación, desazón, crisis, turbulencia, enfado, frustración...

Por suerte, o no, en este momento podía estar esperando a un hijo y la desazón se volvía más dulce y esperanzadora, más atemperada. Entonces la pregunta volvía a su inconsciente:

- «¿Será este hijo que espero, tan bienamado, quien tiene las monedas que merezco, que necesito y que me corresponden y que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será este ser el que tiene aquello que merezco?»

Cuando se contestaba de nuevo que sí, era maravilloso, formidable y empezaba a sentir un vínculo especial con ese hijo, un vínculo asombroso, muy estrecho, lleno de expectativas y anhelos.

Pero si pasa el tiempo suficiente la mayoría de los hijos desean tener una vida propia y saben que tienen propósitos de vida propios e independientes de sus padres. Entonces, aunque aman a sus padres y desean hacer lo mejor para ellos, la presión de tener vida propia resulta exigente, imperiosa y tan arrolladora como la sexualidad.

Así es como, de nuevo, esta persona comprende un día que tampoco su hijo tiene las monedas que necesita, merece y le corresponden. Sintiéndose más vacía, huérfana y desorientada que nunca entra en crisis y desesperación. Enferma. Ahora tiene entre 40 y 50 años, la fase media de la vida. Ahora ningún argumento la sostiene ya, ninguna razón la calma. Es su "cata-crac" y grita:

- ¡A Y U D A!

¡Hay tanta urgencia en su tono de voz! ¡Su rostro está tan desencajado! Nada la calma, nada puede sostenerla.

Y... ¿qué hace? Va al terapeuta.

El terapeuta la recibe pronto, la mira profunda y pausadamente y le dice:

- Yo no tengo las monedas.

Hay dos clases de terapeutas: los que piensan que tienen las monedas y los que saben que no las tienen.

El terapeuta ha visto en sus ojos que sigue buscando las monedas en el lugar equivocado y que le encantaría equivocarse de nuevo. El terapeuta sabe que las personas quieren cambiar, pero les cuesta dar su brazo a torcer, no tanto por dignidad sino por tozudez y costumbre.

Él piensa: "Amo y respeto mejor a mis pacientes cuando puedo hacerlo con sus padres y con su realidad tal como es. Los ayudo cuando soy amigo de las monedas que les tocan, sean las que sean."

El terapeuta añade: "Yo no tengo las monedas pero sé dónde están y podemos trabajar juntos para que también tú descubras dónde están, cómo ir hacia ellas y tomarlas."

Entonces el terapeuta trabaja con la persona y le enseña que durante muchos años ha tenido un problema de visión, un problema óptico, un problema de perspectiva. Ha tenido dificultades para ver claramente. Sólo se trata de eso.

El terapeuta le ayuda a reenfocar y a modular su mirada, a percibir la realidad de otra manera, desde una perspectiva más clara, más centrada y más abierta a los propósitos de la vida. Una manera menos dependiente de los deseos personales del pequeño yo que trata de gobernarnos.

Un día, mientras espera a su paciente, el terapeuta piensa que está listo y que debe decirle, por fin y claramente, dónde están las monedas. Y este mismo día, como por arte de birlibirloque, llega el paciente. Tiene otro color de piel, las facciones de su rostro se han suavizado y comparte su descubrimiento:

- Sé dónde están las monedas. Siguen con mis padres.

Primero solloza, luego llora abiertamente. Después surge el alivio, la paz y la sensación de calor en el pecho. ¡Por fin!

Durante el trabajo terapéutico ha atravesado las purulencias de sus heridas, ha madurado en su proceso emocional y ha reenfocado su visión. Ahora se dirige de nuevo, como lo hizo hace tantos años atrás a la casa de sus padres.

Los mira a los ojos y les dice:

- «Vengo a deciros que estos últimos diez, veinte o treinta años de mi vida he tenido un problema de visión, un asunto óptico. No veía claramente y lo siento. Ahora puedo ver y vengo a deciros que aquellas monedas que recibí de vosotros en sueños son las mejores monedas posibles para mi. Son suficientes y son las monedas que me corresponden. Son las monedas que merezco y las adecuadas para que pueda seguir. Vengo a daros las gracias. Las tomo con gusto porque vienen de vosotros y con ellas puedo seguir andando mi propio camino.»

Ahora los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, vuelven a florecer y el amor y la generosidad fluyen de nuevo con facilidad. Así el hijo ahora es plenamente hijo, porque puede tomar y recibir.

Los padres le miran sonrientes, con ternura y contestan:

- «Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único, propio y personal, para ti. Puedes tener una vida plena.»

Ahora este hijo se siente grande y pleno. Se percibe completo y rico y puede, por fin, dejar la casa de los padres con paz. A medida que se aleja siente sus pies firmes pisando el suelo con fuerza, su cuerpo también está asentado en la tierra y sus ojos miran hacia un camino claro y un horizonte esperanzador.

Resulta extraño: ha perdido esa fuerza impetuosa que se nutría del resentimiento, del victimismo o del exceso de conformidad. Ahora tiene una fuerza simple y tranquila, una fuerza natural.

Recorriendo el camino de su vida encontraba con frecuencia otras personas con las que caminaba lado a lado como acompañantes durante un trecho, a veces largo, a veces corto, a veces durante toda la vida. Socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, incluso adversarios. En general se trataba de un camino sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y con su naturaleza personal. Tampoco estaba exento de los pesares naturales que la vida impone. Era el camino de su vida.

Un día se acercó a la persona de la que se enamoró pensando que tenía las monedas y también le dijo:

- «Durante mucho tiempo he tenido un problema de visión y ahora que veo claro te digo: Lo siento, fue demasiado lo que esperé. Fueron demasiadas expectativas y sé que esto fue una carga demasiado grande para ti y ahora lo asumo. Me doy cuenta y te libero. Así el amor que nos tuvimos puede seguir fluyendo. Gracias. Ahora tengo mis propias monedas.»

Otro día va a sus hijos y les dice:

- «Podéis tomar todas las monedas de mi, porque yo soy una persona rica y completa ahora que he tomado las mías de mis padres.» Entonces los hijos se tranquilizan y se hacen pequeños respecto a él y están libres para seguir su propio camino tomando sus propias monedas.

Al final de su largo camino se sienta y mira aún más allá. Hace un repaso de la vida vivida, de lo amado y de lo sufrido, de lo construido y de lo maltrecho. A todo y a todos logra darles un buen lugar en su alma. Los acoge con dulzura y piensa:

- «Todo tiene su momento en el vivir: el momento de llegar, el momento de permanecer y el momento de partir. Una mitad de la vida es para subir la montaña y gritar a los cuatro vientos: ‘Existo’.
Y la otra mitad es para el descenso hacia la luminosa nada, donde todo es desprenderse, alegrarse y celebrar.
La vida tiene sus asuntos y sus ritmos sin dejar de ser el sueño que soñamos»

Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":
http://nuestravidaemocional.blogspot.com.ar/p/curso-nuestra-vida-emocional.html

Sobre el Amor sano y adulto por uno mismo



Cuando somos niños, el miedo al abandono nos obliga muchas veces a ser lo que no somos para agradar a otros y evitar ser rechazados. Y así, a cambio de este sacrificio, nos garantizamos el cuidado, amor y valoración de nuestro entorno.

Hoy, ya adultos, podemos revisar y ver si estas creencias operan aún dentro nuestro, obstaculizando el vínculo con nosotros mismos. Podemos permitirnos aprender a relacionarnos desde nuestro propio “ser esencial”.

Y … ¿cómo?. Escuchando nuestra voz interior, prestando más atención a nuestros deseos profundos, conociendo qué es lo que queremos, y no sólo qué es lo que debemos hacer para ser aceptados, queridos o aplaudidos por los demás.

Muchas veces, este aspecto del amor por uno mismo suele confundirse con egoísmo. Pero la salud integral (y casi diría la felicidad), no puede sostenerse sin un verdadero compromiso afectivo con uno mismo.

El aspecto negativo se da cuando la actitud no es la de “hacer aquello que más me agrada”, sino cuando lo único que importa es lo mío y lo que a mí me conviene, cuando pretendo que los otros hagan solamente lo que a mí me gusta. En otras palabras, no es querer hacer lo que yo elijo porque me hace bien, sino querer que vos hagas siempre lo que quiero yo. Estas actitudes insanas, por cierto, no manifiestan una persona que se ame a sí misma, dado que el amor por los demás y el amor por uno mismo tienen la misma raíz. Son actitudes antisociales que nada tiene que ver con desarrollar un saludable amor por uno mismo.

Si aún no hemos aprendido a desarrollar un sano y adulto amor a uno mismo, podemos animarnos y comenzar de a poco: a estar donde decidimos estar, pensar lo que pensamos, elegir decirlo o callarlo, sentir como sentimos. Y, claro está, haciéndonos responsables de las consecuencias de aquello que elegimos.

Estas actitudes positivas nos transforman en adultos más sanos porque simplificando al máximo la definición, la neurosis no es más que el resultado de la gran contradicción entre lo que quisiéramos hacer naturalmente y lo que debemos hacer porque así nos enseñaron que es lo correcto, lo que corresponde.

Y este “estar bien con uno mismo” se traduce luego en una apertura y entrega a otros, en un descubrimiento del placer de dar, la satisfacción de ser solidario y la necesidad de expandir ese amor más y más lejos. Porque es desde allí desde donde me puedo conectar con el otro, con su sufrimiento o dolor, y él me dará la posibilidad de dar.

Y es bueno conocer qué es verdaderamente lo que me mueve a dar a otros, porque puedo hacerlo porque así me lo enseñaron, o porque me siento culpable de tener lo que otros no tienen, o por miedo a ser castigado por Dios si no lo hago (¡¡¡vaya mentira!!!), o porque creo que cuando doy me vuelve multiplicado …

Pero la mayor razón, aquella que mueve a un adulto sano hacer algo por otro/s es que ha descubierto el propio placer de dar, y no quiere privarse de hacer lo que le hace bien a él y a otros.
“Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio”. Khalil Gibran

A partir de desarrollar nuestra propia capacidad de amarnos sanamente a nosotros mismos, es como vamos encontrando más espacios y más formas de amar al otro.
Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":

¡Cuidado con el juicio y el auto-castigo!

Porque es un lento suicidio


El auto castigo es una de las principales causas de conflictos,confusión,
sufrimiento y problemas de salud.

Cada vez que tenemos un juicio negativo sobre cualquier aspecto de nosotros (físico, emocional, mental) estamos emitiendo un mensaje que hay algo errado o fallado en nuestra persona.

Así, nuestra mente y nuestro cuerpo se colocan en "estado de alerta"; y comienzan a buscar en la memoria (que tiene información de varias generaciones atrás) algo que de cuenta de aquello que se lo acusa.

De esta manera se trae al presente y se revive alguna información que dice que “hay algo errado en mí”.

Así, esa tendencia a la sanación natural que tiene el ser humano, queda obstaculizada a través de la mente acusadora, tan común en nuestra cultura occidental.

Por ello, cada vez que te acusas, juzgas o auto castigas a ti mismo, estás emitiendo información a tu ser que dice que algo en ti que no es bueno, generando así, condiciones más que suficientes para la infelicidad, enfermedad, tristezas, sufrimientos, etc. ¡Auto juzgarse es un lento suicidio!

Ahora que conoces estos procesos poderosos puedes elegir salir del juicio y auto castigo, y reconocer y valorar la belleza que eres: Hijo de Dios, creado a Su imagen y semejanza.

Para reflexionar
"La auto-condena, en cualquiera de sus formas, es un lugar cómodo para estar cuando no queremos tomar ninguna responsabilidad por lo que nos sucede en nuestra vida. Podemos meditar, entonar cantos sagrados, usar cristales e inciensos, hacer ejercicios especiales o afirmaciones proclamando nuestra divinidad eterna, pero si seguimos condenándonos, nuestro poder interno y liberación serán solamente palabras. Ningún deseo será cumplido si estás en un estado de desaprobación de ti mismo. En ese caso, no puedes esperar abundancia, bienestar interno o buena salud y alegría"
Lynn Grabhorn, en su libro "Disculpa, tu vida te está esperando”

Trabajo Personal
-¿Te castigas a ti mism@?
-¿Estás jugando el juego del juicio y el auto-castigo?
-¿Cómo lo haces?
-¿Cuál es tu diálogo interno?
-¿Cómo te sientes cuando te juzgas?
-¿Cuáles son las sensaciones en tu cuerpo?
-Repite durante el día: Dios está presente en cada momento de mi vida. Mi mente está en el Reino de los Cielos y todo se me da por añadidura.

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?

 1Cor 3,16

Aceptar-se tal cual uno es= DESPERTAR


Sanar el vínculo con uno mismo

 
Punto de partida del Crecimiento y Desarrollo Personal
“Si haces amistad contigo mismo, nunca estarás solo”.
M. Maltz
Las causas de nuestro dolor
Estar en desacuerdo con nosotros mismos, nos provoca un gran dolor.
Rechazamos aspectos de nuestro cuerpo y también, de nuestro psiquismo
La sabiduría oriental nos dice que las dos causas del dolor son: el apego y el rechazo.
Cuando quedamos atrapados en algunas de estas dos fuerzas: atracción y rechazo, sentimos una lucha interna.
Lo principal es darse cuenta de cuándo uno está siendo cruel con uno mismo.
Y cómo uno fortalece lo que rechaza, por el solo hecho de rechazarlo.
El vínculo consigo mismo requiere tanto trabajo, o más, que el que uno tenga con cualquier otra persona.
Sanar el vínculo con uno mismo es una tarea que implica un proceso.
Un proceso que será necesario sostener en el tiempo.

El origen del auto-rechazo
¿Porqué uno se rechaza a sí mismo?, ¿cuál es el origen de ese auto rechazo?
Una de las principales causas del auto rechazo es cuando nos miramos desde los ojos de los demás.
Otra es cuando nos evaluamos desde el ideal, desde un modelo de perfección de uno mismo.
Es decir, cuando estamos en desconexión con nuestra interioridad, con nuestra alma, con nuestra real esencia.

Cuando nos miramos desde los ojos de los demás
Entonces, cuando creemos que no somos como los demás quieren que seamos, nos rechazamos.
Si fuera como los demás esperan que yo sea, entonces sí me aceptaría.
Porque entonces sí sería digno de amor.
En tanto uno no es así, se rechaza.
Aprendamos a auto-observarnos cuándo nos rechazamos, porque nos miramos desde los ojos de los demás.

Cuando nos miramos desde el ideal de uno mismo
Otra de las causas de auto rechazo es cuando sentimos que no somos perfectos como debería serlo.
En este caso, nos miramos desde un ideal de uno mismo.
Y si siento que soy imperfecto, que esto no está a la altura de lo que espero de mi mismo, me rechazo.
Acá hay auto exigencia, presión exagerada, reproche, tiranía y rechazo que genera mucha amargura interior.

¿Cómo tomamos conciencia?
La psicología humanista nos enseña la técnica de la auto-observación.
La cual permite verse uno mismo en acción.
Se trata de aceptar. Y el cambio viene a partir de esta aceptación.
Carl Rogers nos dice al respecto:
“Paradójicamente, cuando me acepto como soy, puedo modificarme.
No podemos cambiar, no podemos dejar de ser lo que somos, en tanto no nos aceptemos tal como somos.
Una vez que nos aceptamos, el cambio parece llegar casi sin que se lo advierta”.

El aprendizaje desde el amor
Cuando aparece alguien en nuestra vida que nos mira desde el amor, como sería sano que nos viésemos a nosotros mismos desde el alma, esa experiencia nos puede generar una des-estructuración.
Desde allí, habrá condiciones para re-plantearse el lugar desde donde uno se mira.
Cuando alguien mira con amor a otro persona, estará enseñándole el camino de la aceptación, del amparo.
Y generando condiciones para mejorarse a si mismo.
Ya no desde el tirano, sino desde el un lugar más profundo y sano.
Desde el: “vos podés porque ya está dentro tuyo, no hay nada que fabricar; déjate ser”.
Si la vivencia se hace desde la profundidad del ser, podrá ser posible el proceso de transformación y sanación.
También hay casos donde la persona no puede creer que la amen, y huye.

Cultivar y cuidar
Así como gestar un vínculo con otra persona no se da por el hecho de encontrarse, sino que pasa por diversas pruebas y dificultades, y es necesario cuidarlo y cultivarlo; de la misma manera sucede con el vínculo con uno mismo.
Requiere observación, amor y, principalmente, mucha paciencia.
Lo importante es experimentar una conciencia de si mismo.
Darse cuenta que hemos estado con nosotros mismos en las buenas y en las malas: ¡cuento conmigo!.
Ensayemos sentir respeto por uno mismo, podemos sentir nuestras partes superficiales, pero sobre todo, sintonicemos con nuestro verdadero ser, nuestra esencia.
Y tomemos conciencia que podemos cultivarla en el tiempo.

Carl Rogers, desde la psicología humanista, explica este proceso de esta manera:
"Soy más eficaz cuando puedo escucharme con tolerancia y ser yo mismo.
Con el transcurso de los años he adquirido una mayor capacidad de auto-observación que me permite saber con más exactitud que antes lo que siento en cada momento:
-puedo reconocer que estoy enojado o
-que experimento rechazo hacia esta persona,
-que siento calidez y afecto hacia este individuo,
-que estoy aburrido y no me interesa lo que está pasando,
-que estoy ansioso por comprender a este individuo o
-que mi relación con determinada persona me produce ansiedad y temor.
Todas estas actitudes son sentimientos que creo poder identificar en mí mismo.
En otras palabras, creo que soy más capaz de permitirme ser lo que soy.
Me resulta más fácil aceptarme como un individuo decididamente imperfecto, que no siempre actúa como yo quisiera.
Quizás este punto de vista pueda resultar bastante extraño para algunas personas.
Sin embargo, lo considero valioso a causa de que, paradójicamente, cuando me acepto como soy, puedo modificarme.
Creo que he aprendido esto de mis pacientes, así como de mi propia experiencia: no podemos cambiar, no podemos dejar de ser lo que somos, en tanto no nos aceptemos tal como somos.
Una vez que nos aceptamos, el cambio parece llegar casi sin que se lo advierta."

Síntesis
La tarea es aprender a verse a sí mismo sin juzgarse.
Lo cual se traducirá, poco a poco, en una congruencia entre lo que se siente y lo que se expresa de sí mismo.
La autenticidad es el camino.
Un camino nada fácil… pero quizás el verdadero.

Para reflexionar
El rechazo de uno mismo se da en niveles superficiales.
Y en verdad, cada uno de nosotros somos una chispa divina, una porción del Todo, de esa Esencia creadora.
Con lo cual, cuando nos ponemos en contacto con nuestro interior, con nuestros aspectos más profundos, podemos encontrarnos con el Maestro Interior que nos habita a todos.
Él está adentro de cada uno de nosotros, hay que aprender a encontrarlo.

La espiritualidad nos ilumina el camino
“He venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
Juan 10:10

"No hay tiempo para estar apurado, no lo hay para la preocupación; en un solo instante ¿qué se puede hacer? Sólo una cosa: establecer contacto contigo mismo. 
Esta será la gran transformación de tu ser. 
Y ciertamente es lo más urgente” 
Osho

Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":

Vivir desde el Corazón


Revisar si nuestro pensamiento y nuestra emoción está en armonía con el Amor que habita en nuestro corazón, trascendiendo  los deseos personales, es vivir según la intención de nuestro Ser Interior, ese sabio que todos tenemos dentro.

Busca ser testigo de ti mismo
Busca ser testigo de ti mismo, auto-observar tus propias reacciones para que puedas ser consciente de ellas; porque cuando las miras con amor, pueden ser transformadas.

Asume la plena responsabilidad
Para ello tienes que asumir la plena responsabilidad de tus emociones, agradables o desagradables, elegir conscientemente no culpar a nadie por tus reacciones emocionales y reconocer que el verdadero origen de tus reacciones no está en lo que ocurre en el exterior sino en tu propio interior.

Es en el Corazón
Hay un camino hacia el Corazón que ha sido anunciado por todos los Maestros: Cultiva el silencio, haz contacto con la Naturaleza, ten momentos de soledad, medita y contempla, busca la verdadera belleza, vive con quietud, recupera el sentido de lo sagrado, evita juzgar, reconoce las sincronicidades en tu vida, trabaja en grupo, coopera, vive con sencillez, escucha, elije la calma.

Donde se encuentra la fraternidad, la compasión, la bondad, el respeto, la creatividad, la humildad, ¡el Amor!
La fraternidad, la compasión, la bondad, el respeto, la creatividad, los pensamientos y sentimientos elevados son manifestaciones de la conciencia despierta que nos permite vivir desde el corazón, en unión con nuestra naturaleza divina, y en sintonía con todo lo que existe.

¡Vive desde el Corazón!
Desde la ciencia, hoy sabemos que este “Vivir desde el Corazón” genera un campo de energía que se extiende alrededor del cuerpo, permitiendo a todos los que nos rodean recibir la información energética contenida en nuestro corazón.

Ten presente que tu Corazón tiene una Inteligencia Superior, escúchalo.

¡Adelante! a ¡Vivir desde el Corazón! Ü

Desde mi corazón, te deseo UNA VIDA EN ABUNDANCIA EN TODOS LOS ASPECTOS!

"se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar"
Jn 16,23


Aprender a ver-se

 
“Cuanto mayor es el auto concienciamiento,
Mayor será la posibilidad de una elección conciente,
Afín al flujo evolutivo”
Carl Rogers

Hay una antigua metáfora que relaciona nuestra conciencia con un río.
Lo que flota en el agua como troncos, hojas, botellas vacías y aun peces, sería el flujo de los contenidos internos de nuestra conciencia.
Comúnmente nos vemos arrastrados por la corriente.
Y no solo por los estímulos externos, sino sobre todo cuando nos vemos envueltos en el remolino de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones.

Aprender a ver-se
Si bien no es posible conocer todo cuanto ocurre en nuestro interior, podemos aprender a gozar la libertad de vivir nuestros sentimientos de manera conciente.
Podemos aprender a ver y darnos cuenta cuando estamos experimentando amor, dolor, miedo.
Para vivir la vida de manera plena, necesitamos experimentar aquello que nos recorre en nuestro interior, sin inhibiciones ni barreras.
Cuando funcionamos de este modo, avanzamos hacia la integración, hacia la totalidad.
Nuestra conciencia se amplía y nuestra vida se unifica.

Es un camino con etapas
Hay que saber que comenzar el viaje del auto conocimiento, es bien cuesta arriba.
Al igual que comenzar un largo viaje en auto, tendremos momentos de demoras, congestionamientos de tránsito, equivocaciones, momentos de mucho cansancio, pero también existe la emoción por el viaje y por el descubrimiento de lo nuevo.
El desarrollo del auto conocimiento es un camino con etapas.

Es un desafío
En nuestra cultura no estamos acostumbrados a practicar la atención conciente, con lo cual, cuando comencemos el camino, aparecerán en la primer etapa inquietud,
indisciplina, distracción, actividad mental desenfrenada.
Descubrir nuestra distracción puede que nos disguste.
Y lo mejor es ver claramente que estamos distraídos, entonces esa conciencia de la distracción es en sí misma progreso.
Una vez que se reconoce, la confusión comienza a despejarse.

La intimidad nos protege la dignidad
Desarrollar la habilidad de enfocar concientemente la atención, creando un espacio de intimidad individual, nos protege nuestra dignidad.
Como resultado de esto, también se desarrollan los valores de libertad personal y de participación responsable en la sociedad.

Trabajo Personal
Practicar la auto-observación y el discernimiento
Durante la semana, registra una situación en la cual te veas a ti mismo vinculándote con otra persona.
Recuerda lo más detalladamente la situación y trata de discernir:
1-Qué sensaciones se produjeron en tu cuerpo en esas circunstancias; y
2-Qué emociones sentiste.
Profundiza en las que están en capas más profundas de la conciencia.
Por ejemplo si sentiste alegría y simpatía, pero por debajo de eso quizás además sentías miedo de ser rechazado, vergüenza por creerte torpe, etc.
3-Qué impresión quieres causarle a la otra persona.
Por ejemplo: soy una buena persona, soy servicial, soy duro, temible, soy ingenuo y frágil, etc.

Necesitamos aprender a ver para conocer

Tomar nota de lo que advertimos y profundizar en estas observaciones, va creando una conciencia de qué se mueve en nuestro interior.
La práctica de este ejercicio es indispensable para verse a sí mismo, para conocer los contenidos de la conciencia: pensamientos, emociones, sensaciones, ideas, etc.
Y es importante también aprender a observar esos contenidos internos sin rechazarlos, ni juzgarlos. Sino con una mirada de aceptación a esto que es.
Aprender a verse, implicará sacar la cabeza del agua.
Luego, la práctica nos ayudará a avanzar.
Hasta que aprendamos a mirar el río desde la orilla.

Síntesis
Para vivir plenamente, necesitamos experimentar todo cuanto ocurre en nuestro interior, sin barreras ni inhibiciones.
Entrenarnos en la observación y el discernimiento en un mundo que parece volverse loco, es una actitud de responsabilidad; es un modo de amar al mundo del que somos parte y contribuir a su bienestar.

Para reflexionar
"Hay momentos en nuestras vidas, instantes en nuestros días,
en los que vemos más allá de lo usual.
Nos volvemos clarividentes y alcanzamos la realidad.
Esos son los momentos de mayor felicidad y sabiduría.
Está en la naturaleza de todos los hombres tener esos momentos pero, bajo las condiciones en las que vivimos, sólo unos pocos los sostienen y hallan en ellos su expresión."
Robert Henri

La espiritualidad nos ilumina el camino
“Mantengan sus lámparas encendidas”
Mt. 5, 14.

Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras.
Y, si la luz que hay en ti es oscuridad,
¡qué oscuridad habrá!»

Aprendiendo a re-conectarnos con nuestro cuerpo

“Tal como se siente desde dentro”

Imagen de Clio Wondrausch
"La sensación física de estar vivo en un vasto sistema,
es el cuerpo como se siente desde dentro"
Eugene T. Gendlin

En nuestra cultura occidental prevalece el contacto con el mundo exterior, y hoy sabemos lo necesario que es el aprendizaje del contacto con nuestro mundo interior. Gracias a los avances en el conocimiento de los procesos interiores del ser humano, hoy podemos acceder a la conciencia de nuestro cuerpo, activando enlaces con cada aspecto de nuestra vida: pasado, presente e incluso el paso siguiente.

Nuestro cuerpo es parte de un gran sistema, de ahora y de otros tiempos, de ti y de otras personas, de hecho de todo el universo tal como lo expresa Eugene T. Gendlin: "La sensación física de estar vivo en un vasto sistema, es el cuerpo como se siente desde dentro"

Nuestros cuerpos llevan memorias, expectativas, esperanzas, miedos y sueños, algunas enlazadas a nuestras historias personales; otras nos llevan más allá, donde el “don”’ la “gracia”, los “talentos” están esperando sorprendernos.

Aprendiendo a re-conectarnos con nuestro cuerpo ‘’...como se siente desde dentro’’, es algo que no es posible hacerlo desde la mente. Sí puede la mente ayudarnos a comprender lo que estamos haciendo, pero la sola información nunca comunica todo el mensaje, de la misma manera que oyendo una conferencia de cómo conducir un auto, no nos dará la sensación de viajar en la ruta.

Todos los recursos de sanación interior, creatividad y las riquezas del espíritu humano yacen esperando tomar vida en nuestro interior. ¡Basta que aprendamos a re-conectarnos con ello!

Nuestros miedos, lágrimas, traumas y dolores pueden convertirse en una energía especial al servicio de la Vida cuando aprendemos a re-conectar con nuestros sentimientos a partir del re-conocimiento de nuestro cuerpo. Y digo re-conectar y re-conocer porque es algo que nuestro ser conocía al nacer, pero de manera inconsciente, y luego lo hemos ido perdiendo en el camino.

Un ejemplo práctico de esto es el caso de una mujer que a partir de un agotamiento físico, pudo darse cuenta que sus conductas estaban orientadas a agradar al otro, profundizando puede ver que esto se debe a la necesidad de ser aceptada, y profundizando más aún se conecta con el rechazo de su familia paterna. Desde esta toma de conciencia de “porqué hago lo que hago”, hoy puede vincularse y elige hacer desde un lugar muy diferente, y ya no por una necesidad implícita de no ser rechazada. Aprendió a brindarse al otro y dar lo mejor, sin dejar de cuidar de sí misma para no llegar a un agotamiento nuevamente. Vemos cómo algo que fue un trauma o un dolor, haciéndolo consciente, aceptándolo, integrándolo, dándole un lugar como parte de nuestro propio destino personal, esto se transforma en una energía especial al servicio de algo más grande.

Los adultos necesitamos entrar dentro de esta experiencia de conexión corporal, aprender a des-cubrir, aceptar y cuidar nuestros sentimientos, mensajeros de nuestro ser interior, para poder ser capaces de transmitir a nuestros niños esta misma experiencia vivencial.

Los niños son nuestro futuro y si los guiamos a re-conocer las señales de sus cuerpos y trabajar sus emociones para no ser arrastrados por ellas, tendrán una vida entera para explorar y vivir a partir de este vasto mundo interior.

En nuestro mundo interior no solo viven escondidos nuestros dolores, traumas, sentimeintos reprimidos, sino también nuestros recursos creativos, sanadores, sentido de vida personal, paz; incluso la sabiduría misma solo puede emerger a partir de esta conexión interior consciente.

Claro que para poder re-conectar con nuestro cuerpo y sentimientos tenemos que realizar un aprendizaje muy diferente al que nos enseñan en nuestra educación formal intelectual.

Hace unos cuantos años, desde haber transitado una bendita enfermedad que llegó como mensajera para re-conectar-me con mi cuerpo fisico, emociones y sentimientos, mi misión personal se ha convertido en “Facilitar que las personas re-descubran su propio camino hacia el Amor”, ese Amor que habita en lo profundo del interior de TODOS los seres humanos.

Te comparto un ejercicio para tu trabajo personal:
Tómate un breve momento para darte cuenta qué siente tu cuerpo al leer este material que acabas de leer; exprésalo en una frase, palabra, imagen, idea. Trata de recordar cualquier cosa que haya podido tocarte de tal manera que hayas sentido algo en tu cuerpo.
Puedes hacerte las siguientes preguntas:

1-¿Cómo se siente en mi interior haber leído esta reflexión?

2- Si hay algún sentimiento, ¿puedo darme cuenta en qué parte de mi cuerpo lo siento?

3-¿Me quiere decir algo este sentimiento en mi interior?

4-A leer esta reflexión, está alerta por si surgen frases, palabras, imágenes, partes del texto, que resuenen en tu cuerpo. Si encuentras algo, detente y permite un momento de quietud para notar esta valiosa conexión hacia tus sentimientos, ya que esto tiene el poder de revelarte cuestiones inconscientes en tu propia vida.

5-Cierra tus ojos, entra en tu interior, y date cuenta si tu cuerpo lleva algo que ha surgido en conexión con lo que acabas de leer.

Para reflexionar
“Nuestras sociedades se han hecho más complicadas que todas las rutinas y conceptos que ellas enseñan” Eugene T. Gendlin

¡Adelante! ¡Te deseo lo mejor!


Nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto.
Lc 8,16
Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":

Navegando Mar Adentro y Echando Redes...

Un viaje a nuestro Mundo Interior

“La mayor sabiduría que puede existir es el conocerse uno mismo”
Galileo Galilei, astrónomo y físico italiano (1564-1642)
Una de las características de este tiempo que nos ha tocado vivir, es que nos cuesta “hacernos cargo” de nuestros propios males. Muy a menudo podemos observar cómo le “echamos la culpa al otro”, intentando justificar con causas externas, lo que no podemos (o no queremos?) ver dentro de nosotros mismos.
Esta actitud representa una barrera que nos impide avanzar en nuestro crecimiento personal.
Tarea que supone que nos trabajemos a nosotros mismos.

Es importante saber que, si bien las condiciones externas pueden ser posibilitadoras u obstaculizadoras de las conductas humanas, las causas internas son las que definen.
Y, ¿cuál sería el camino que nos facilitaría transitar este obstáculo?
Podríamos decir que la clave para poder “hacerse cargo y dejar de tirar la pelota afuera” es lograr un auto-conocimiento; “Conócete a Ti mismo”, decían los griegos e hicieron de esto la bandera de su filosofía.

El punto de partida para “conocerse a uno mismo” es fortalecer nuestra identidad: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿dónde estoy?, ¿cómo estoy?.
Re-conocernos y aceptarnos como sujetos de una determinada cultura.

A partir de ahí podrá darse el ser-uno-mismo, esta frase tan mentada hoy en los medios.
Pero lo que no se aclara demasiado es que este ser-uno-mismo requiere hacer uso de una libertad responsable, donde soy YO quien hace las opciones, y no los otros los que deciden por mí.
Si no nos investigamos no podemos conocernos, y entonces dependemos de aquellos que nos van a decir lo que tenemos que hacer.

Una vez que tenemos claro quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, tendríamos que preguntarnos: ¿cuáles son mis fortalezas?, ¿cuáles mis posibilidades?, ¿cuáles son mis obstáculos?, ¿qué amenazas se pueden presentar?. Esto es lo que nos va a dirigir la mirada, dónde poner foco, porque como todo no vamos a poder abarcar, necesitamos hacer un recorte. Observar todo en general, primero, y luego optar dónde es más conveniente actuar, ya que produciría un efecto mayor. En otras palabras, saber cuáles son los puntos críticos que nos conducirían hacia donde queremos ir.

Otro aspecto importante es aprender de los errores. El error es parte del proceso de aprendizaje; ya que nos indica qué es lo que tenemos que hacer distinto la próxima vez. Negar que nos equivocamos es negar la realidad, no existe el sujeto que se “sabe-todo”. Sí existen grados de conocimiento, que sumados se convierten en un verdadero caudal.

El paso que sigue es “des-cubrir al otro”, aprendiendo a aceptar las diferencias, que tanto nos cuesta y que no estamos acostumbrados. Aprendiendo a “debatir ideas y no a combatir personas”.
Martín Buber decía: "La relación con el otro me define. Soy de acuerdo con la manera en que manejo, conjuntamente con el otro, la relación. Hacemos la relación y en ella nos hacemos. Somos producto o consecuencia del entre-nosotros".

Si observamos los grupos humanos, podemos ver que el eje que causa mayores problemas es cómo nos relacionamos con el otro.
Y si focalizamos la mirada en ese eje, podríamos navegar en las profundidades de uno mismo, mirarnos para adentro, o como decía el poeta Rimbaud, “descender una temporada en el infierno”, y preguntarnos:

Cuando me relaciono:

-¿Considero al otro como sujeto con dignidad igual que yo, pero que piensa, siente y actúa de manera diferente porque ha tenido vivencias distintas a las mías? ¿o me creo superior / inferior a él?

-¿Me centro en mi propia necesidad, o reconozco la necesidad común?

-¿Respeto los tiempos del otro, que son distintos a los míos?

-¿Me dejo influenciar por el modelo individualista que me propone el contexto hoy? ¿o me movilizo por mis principios y valores más profundos?

-A la hora de trabajar con otros: ¿opero-con otros (cooperación)? ¿ o en contra-de (competencia)?

-¿Considero el aporte del otro tan valioso como el mío?

-¿Considero que lo diferente enriquece y es motor de nuevos vínculos? ¿tomo lo diferente como "diversidad" o como "lo opuesto"?

-¿Estoy dispuesto/a a decirle al otro las diferencias para ampliar la mirada y acercarnos más objetivamente a la realidad?, ¿o me callo por temor?

-¿Considero a la persona acabada, estigmatizándola como "ignorante", "negro", etc., o como un sujeto en transición, im-perfecto, es decir no realizados y con posibilidad de cambios y aprendizajes?

-¿Me quedo con la 1º impresión que me causa el otro (a veces rechazo, otras excesiva simpatía) o intento conocerlo tal cual es?

-¿Logro pasar del "YO" al "NOSOTROS" en una tarea grupal?

-Cuando me comunico, ¿lo hago por el otro (impongo)? ¿a otro, descalificándolo como emisor y ubicándolo como receptor solamente? ¿contra otro (desplazándolo)? o ¿con otro (feed-back)?

-¿Estoy dispuesto/a a aprender lo nuevo y desaprender cuestiones viejas que hoy no me sirven?

-¿Soy capaz de tener conductas alternativas, o respondo siempre de la misma manera a los hechos?

-¿Divido a las personas en "buenas" y "malas" o reconozco que todos tenemos aspectos buenos y aspectos a mejorar?

En nuestra familia y en las instituciones que vamos recorriendo en nuestra vida, vamos aprendiendo las formas de relacionarnos, de pensar; y desde estos esquemas miramos la realidad en la que actuamos.

Estas Matrices de Aprendizaje, como le llama Ana Quiroga, operan como filtro de nuestras percepciones, y es lo primero que debemos re-conocer para estar dispuestos a modificar aquello que hoy ya no nos sirve. Hoy, más que nunca, necesitamos plasticidad en el pensamiento y rapidez en la respuesta.

No siempre sabemos qué es lo que nos mueve. Es agradable conocer qué es lo que uno tiene adentro, porque a veces van de la mano, y otras están contrapuestas; y es muy saludable poder ordenarse para pararse desde ahí y ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Esta actitud de reflexionar, indagando, des-cubriendo y resolviendo, se aprende, se construye. Claro que cuesta montañas de esfuerzo. Requiere trabajar-se, como meditar, modelar el carácter, controlar nervios y pasiones, no dejarse llevar por instintos agresivos. En ese de-velar (sacar el velo) nos vamos a encontrar con cosas que no son simples ni sencillas, ni mucho menos inofensivas, pero esto es lo que lo convierte en algo interesante.

"La vida que no se examina no merece ser vivida", decía Platón.

Es agradable conocer qué es lo que uno tiene adentro; y es muy saludable poder ordenarse para pararse desde ahí y ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron…
Lc 24, 31

Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":

Nuestra inagotable Fuente Interior

es constantemente regada por el amor de DIOS
No existe mayor éxito que escuchar a nuestro corazón
y ser nosotros mismos.
Por Rafael Cáceres, terapeuta en medicina natural, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española para la Difusión de la Espiritualidad.

Un déficit de alguno o de varios de los nutrientes mas esenciales, puede desencadenar en nuestro organismo cansancio, falta de energía, desánimo, depresión, alteraciones del sistema inmunológico, desequilibrios digestivos y nerviosos, acentuar los miedos, las fobias, la ansiedad, y abrir así las puertas a la aparición de múltiples enfermedades, que en realidad son una: la enfermedad.
Estos desequilibrios, pueden sumergirnos en un temporal o permanente malestar sin que sepamos o podamos conocer en muchas ocasiones el origen de toda esta trama sintomática.
Estas situaciones pueden reafirmar en nosotros la incertidumbre, la incapacidad y la impotencia, alimentando pensamientos recurrentes de pesimismo, que nos impiden enfrentarnos a las experiencias, y a acometer transformaciones enriquecedoras para nuestra vida; de ahí la vital importancia de nutrirnos de alimentos llenos de vida, bañados por el sol, cultivados con respeto a la tierra, con amor en suma.

Deberíamos desterrar para siempre la creencia tan enraizada y extendida de que los desequilibrios y el malestar que acompañan a la enfermedad se pueden abordar con un enfoque exclusivamente sintomático y farmacológico, sin profundizar en la génesis o causa de estos desequilibrios.

Esas mal denominadas “curaciones”, basadas en la supuesta lucha contra la enfermedad, están sustentadas en la ausencia de un verdadero y profundo conocimiento del ser humano, y de la infinita sabiduría, poder e inteligencia que despliega la vida cuando caminamos y vivimos en estrecha y total sintonía con nuestra esencia y naturaleza humana, escuchando el constante murmullo y fluir de la conciencia que el universo alberga en su seno.

De igual modo que una alimentación desequilibrada e insuficiente nos enferma el cuerpo, también las carencias y los desequilibrios emocionales, amorosos y espirituales son la causa común de muchos sufrimientos estériles, que en lugar de liberar, aprisionan y oscurecen nuestra vida.

Si estamos tristes y desesperanzados, estamos instalados en la rutina, hemos abandonado el entusiasmo y la confianza, o nos consideramos inmerecedores de amor… incapaces de dar un paso adelante y arriesgarnos… Ninguna píldora mágica o ningún antidepresivo, ni ninguna circunstancia por favorable que pueda parecernos nos ayudaran en verdad a abandonar esas situaciones de malestar y sufrimiento.

Si nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestro cuerpo y nuestro espíritu, no están en armonía con uno mismo y con el mundo, no podemos alcanzar la verdadera curación.
Muchas mal llamadas enfermedades son la expresión inequívoca de esos desequilibrios (alimenticios, emocionales, espirituales, mentales) entre los que vivimos.

Si no sentimos amor, si no somos capaces de expresar gratitud por la vida y por todo cuanto nos ha sido dado y regalado, si vivimos inmersos en la frustración, el resentimiento, y nadamos continuamente entre los sentimientos de miedo, culpa, y prejuicios, ¿cómo vamos tan siquiera a aproximarnos a la alegría, a la serenidad, al autentico amor en definitiva, que es el mejor sostén, alimento y medicina para nuestra vida?

Si estamos siempre condicionando todos y cada uno de nuestros pensamientos, conductas o actos a la obtención de algo o de algún beneficio exclusivamente personal, y cuando no lo conseguimos nos enfadamos, culpamos, rechazamos, enjuiciamos, ¿para que nos sirven entonces todos nuestros aparentes y nobles propósitos y anhelos?

Si necesitamos ser amados, acariciados, comprendidos, aceptados… ¿Por qué en lugar de reprimirnos, negarnos o exigirlo a otros, no comenzamos con y en nosotros mismos, a compartir, dar y practicar desde hoy esta realidad, a todos cuanto nos rodean?.

El índice de bienestar y felicidad en nuestra vida no depende, como comúnmente solemos creer, de lo que las circunstancias, el azar u otros caprichosamente nos puedan conceder; sino de nuestra inagotable fuente interior, que no puede nunca secarse, porque somos un recipiente profundo, una extensión infinita que es constantemente regada por el amor del universo y de DIOS.

Nos sanaremos cuando restituyamos el amor en nuestra vida, en nuestro corazón y nuestro espíritu; cuando nos encontraremos bien y sepamos que ya lo tenemos todo, que ya lo somos todo, y que no tenemos que correr desesperados tras los logros o los éxitos, porque no existe mayor éxito que escuchar a nuestro corazón y ser nosotros mismos. Todas las búsquedas, todas las técnicas y conocimientos, todas las doctrinas, no nos serán de gran ayuda si no desplegamos nuestras alas, sino perdemos los miedos que nos atenazan, y nos erigimos en nuestros propios maestros y alumnos, siguiendo únicamente el sendero del amor… Un amor sin condiciones, porque los maravillosos frutos que nacen del autentico y elevado amor, son siempre deliciosos, sanadores y hermosos. Sino sientes en tu vida todo esto… enriquece desde hoy mismo el terreno que habitas, cultivas y siembras, verás como todo es distinto, y como tu te transformas en lo que eres, y siempre has sido: un hijo del amor, un creador de milagros, un forjador de verdad, paz y esperanza.

La vida te invita a su fiesta permanente, al aprendizaje continuo sin temor a equivocarte, a la majestuosa sencillez de las cosas hermosas, al deleite incomparable de un abrazo, un beso, una acaricia, y de una fresca y renovadora bocanada de aire fresco y puro...

Compartido por Fernando Rodriguez

Curso virtual gratuito "Nuestra Vida Emocional":
http://nuestravidaemocional.blogspot.com.ar/p/curso-nuestra-vida-emocional.html