viernes, 25 de octubre de 2013

Tú eres muy especial


Un cuento de Max Lucado

Los Wemmicks eran gente pequeña, hechas de madera. Todos estaban tallados por un artesano llamado Elí. Su taller formaba parte de una colina con vista a la villa. Cada wemmick era diferente. Unos tenían grandes narices, otros grandes ojos. Algunos eran altos y otros bajitos. Algunos usaban sombreros, otros abrigos.
Pero todos eran construidos por el mismo artesano y vivían en una preciosa villa.
Todos los días, cada día, los wemmicks realizaban la misma tarea: se regalaban etiquetas unos a otros. Cada wemmick tenía una caja de etiquetas de estrellas doradas y una caja de etiquetas de puntos grises.

Al subir y bajar por las calles de la preciosa villa, la gente empleaba su tiempo en pegarse etiquetas de doradas estrellas o de puntos grises, unos a otros.

Los más hermosos, aquellos construidos con madera pulida y hermosos colores, siempre obtenían estrellas. Pero si la madera estaba áspera o la pintura  despegada, los wemmick pegaban etiquetas grises sobre ellas.
También los talentosos obtenían estrellas. Algunos podías levantar grandes garrotes sobre sus cabezas o saltar sobre cajas altísimas. Otros sabían decir bellas palabras o podían cantar canciones hermosas. 

Todo el mundo les otorgaba estrellas. Algunos estaban totalmente cubiertos de estrellas. Cada vez que ellos obtenían una estrella, ¡Los hacía sentirse tan bien! Esto los estimulaba a querer hacer algo más para alcanzar otra estrella.

Sin embargo, otros, hacían algunas cosas que a los demás no les agradaba, y obtenían puntos grises.
Ponchinelo era uno de esos. Él trataba de saltar como los demás, pero siempre caía. Cuando caía, los demás hacían una rueda alrededor de él y le daban puntos grises.
Algunas veces al caerse, su madera se raspaba, así que sus vecinos le daban más puntos grises. Entonces, cuando trataba de explicar la causa de su caída, de sus labios salía alguna tontería y los wemmicks le daban más puntos grises.

Después de un tiempo. Ponchinelo tuvo tantos puntos grises feos que no quería salir a la calle. Tenía mucho miedo de hacer algo estúpido como olvidar su sombrero o caminar en el agua, y que la gente le volviera a dar otro punto. La verdad es que tenía tal cantidad de puntos grises
sobre él, que cualquiera se le acercaba y le añadía uno más sólo por gusto.

“Él merece montones de puntos”, comentaban la gente de madera, de acuerdo unos con otros. “Él no es buena persona de madera”, decían.

Después de un tiempo, Ponchinelo creyó lo que decían sus vecinos. “Yo no soy un buen wemmick”, decía. En poco tiempo, él salió a la calle y empezó a relacionarse con otros wemmicks que tenían un montón de puntos grises. Él se sintió mejor entre ellos.

Un día, él se encontró una wemmick que era diferente a cualquiera de las que siempre había conocido. No tenía puntos ni estrellas. Era puramente madera. Se llamaba Lucía. Esto no se debía a que sus vecinos no trataban de pegarle sus correspondientes etiquetas; sino a que las etiquetas no se pegaban a su madera.
Algunos wemmicks admiraban a Lucía por no tener puntos, de modo que corrían hacia ella y le daban una estrella. Pero la etiqueta no se pegaba. Otros no la tenían en cuenta al ver que ella no tenía estrellas, y le daban un punto. Pero tanto la estrella como el punto se despegaban.
“Yo quiero ser de esa madera”, pensó Ponchinelo. “No quiero marcas de nadie”. Así que le preguntó a la wemmick que no tenía etiquetas cómo ella había podido lograr tal cosa.

-“Es muy fácil”, le contestó Lucía. “Todos los días voy a ver a Elí”.

-¿Elí?, preguntó Ponchinelo.

-“Sí, Elí. El artesano. Y me siento en el taller con él”.

-¿Por qué?, preguntó Ponchinelo.

–“Por qué no lo averiguas por ti mismo? Sube a la colina. Él está ahí” Y dicho esto la wemmick que no tenía etiquetas ni puntos dio la vuelta y se alejó dando salticos.

-“Pero, ¿querrá el artesano verme a mí?, le gritó Ponchinelo. Lucía no lo oyó.
Así que, Ponchinelo, regresó a casa. Se sentó cerca de la ventana y se puso a observar a la gente de madera cómo corrían de aquí para allá dándose estrellas o puntos unos a otros. - “Eso no es justo”, refunfuñó.
Y decidió ir a ver a Elí.

Él se acercó al estrecho camino que iba a la cima de la colina y fue en dirección del taller grande. Al entrar allí, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante las cosas que veía. El taburete era tan alto como él mismo. Tuvo que estirarse sobre la punta de sus pies para mirar la altura de la mesa de trabajo. Un martillo era tan largo como su brazo.
Ponchinelo tragó saliva. “¡No voy a quedarme aquí!”, y se dio vuelta para salir.

Entonces oyó su nombre. -“¿Ponchinelo?”. La voz era fuerte y profunda.
Ponchinelo se detuvo. –“¡Ponchinelo! ¡Qué bueno que has venido! Ven y déjame mirarte”. 

Ponchinelo se volvió lentamente y vio la gran barba del artesano.
-¿Tú sabes mi nombre?”, preguntó el wemmick.

– “Por supuesto que lo sé. Yo te hice a ti”.
Elí se inclinó, recogió del suelo a Ponchinelo y lo colocó sobre la mesa de trabajo. “Hum”, dijo el artesano pensativamente mientras miraba los puntos grises.

-“Parece que has recibido marcas malas”.

– “No significa eso, de verdad, yo me esforcé mucho por no recibirlas, Elí”.

– “Oh, no tienes que defender tus acciones ante mí, muchacho. Yo no me preocupo por lo que los demás wemmick piensan”.

-“¿No te importa?”

– “No, y tú no deberías hacerlo tampoco. ¿Quiénes son ellos para dar estrellas o puntos? Son wemmick exactamente como tú. Lo que ellos piensan no importa, Ponchinelo. Lo único importante es lo que yo pienso.
Y yo pienso que tú eres muy especial”.

Ponchinelo sonrió. - “¿Especial, yo? ¿Por qué? No puedo caminar aprisa.
No puedo saltar. Mi pintura está descolorida. ¿Por qué soy importante para ti?”
Elí contempló a Ponchinelo, puso sus manos sobre sus hombros y le dijo:
-“Porque eres mío”. Esa es la razón de que seas importante para mí”.
Ponchinelo nunca había tenido a alguien que lo viera de esa forma, mucho menos su creador. No sabía qué responder.

- “Cada día he estado esperando que tu vinieras”, explicó Elí.

- “Vine porque me encontré con alguien que no tenía marcas”, dijo Ponchinelo.

- “Lo sé.  Ella me habló de ti”

-“Por qué las etiquetas no se  pegan sobre ella?”

-“Porque ella decidió que lo que Yo pienso es más importante que lo que ellos piensan. Las etiquetas únicamente se pegan si tú permites que lo hagan”.

-“¿Qué?”

-“Las etiquetas sólo se pegan si son importantes para ti. Lo más importante es que confíes en mi amor, y dejes de preocuparte por sus etiquetas”.

-“No estoy seguro de haber comprendido”.
Elí sonrió. -“Lo vas a intentar: pero esto tomará tiempo. Tienes demasiadas marcas. Por ahora, sólo ven a verme todos los días y déjame recordarte cuanto te amo”.
Elí levantó a Ponchinelo de la mesa y lo puso en el suelo. Y cuando el wemmick salía por la puerta, le dijo:

-“Recuerda, tú eres especial porque yo te hice, y yo no cometo errores”.

Ponchinelo no se detuvo, pero en su corazón pensaba: “Eso explica por qué soy especial ante sus ojos”. Y al comprenderlo al fin, un feo punto gris cayó sobre la tierra.

Cuento de Max Lucado

Tú vales mucho a mis ojos... 
te amo y eres importante para mí. 
Isaías 43, 4

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miércoles, 23 de octubre de 2013

Todo tiene su polaridad

Integrando las dos polaridades elegimos vivir en la compasión y en el amor


"Todo tiene su polaridad, y nuestra energía crece cada vez que reconciliamos dos polaridades, o cada vez que compensamos una polaridad con otra. Energía es amor, fuerza, paz y salto cualitativo en nuestra vida". Brigitte Champetier


El Punto Cero espiritual

Del libro “Essence” de Kishori Aird


Ha llegado el momento de encontrar nuestro “poder esencial” y terminar con la polarización inherente a la dualidad. Esta polarización sobreentiende que, cuando creo únicamente a partir de la luz, genero forzosamente una fuerza negativa en otra parte. Hemos llegado a la etapa de nuestra evolución en la que debemos integrar estas dos polaridades. Para llegar a ello, debemos dejar de tomar partido por una u otra polaridad e ir más allá de la polaridad positiva (la luz) y de la negativa (la sombra). La coexistencia de las polaridades opuestas es lo que llamos Punto Cero. El Punto Cero es una experiencia magnética en la que elegimos acoger simultáneamente los aspectos negativos y positivos de nuestras experiencias.

Para comprender mejor el Punto Cero, pensemos en el tai chi. Para los que practican esta disciplina, todo el cuerpo está fluyendo y en movimiento. Olvidemos por un momento a la persona que practica esta disciplina y sigamos el recorrido de sus manos. Sumérjámonos en su danza fluida y elegante. Es así como se puede representar al Punto Cero: como dos polaridades en movimiento que comunican entre si y se equilibran sin que ninguna de ellas predomine.

Imaginemos que una de las manos decidiera bruscamente tomar el control y se inmovilizara o decidiera moverse independientemente de su compañera. La fluidez se terminaría, se escaparía el equilibrio y la gracia. El movimiento se desequilibraría automáticamente y terminaría por paralizarse y hacerse rígido. Eso es estar polarizado: la mano que toma el control, como una polaridad predominante, interrumpe la coreografía y la corriente no se reestablecerá hasta que las dos manos estén interactuando de nuevo.

Todos tenemos momentos en los que nos paralizamos. Esto se debe a un programa inconsciente y puede sobrevenir en múltiples situaciones. Esto sucede cuando el proceso por el que pasamos está polarizado por la vergüenza o por el miedo: nos paralizamos y la única manera de ponernos de nuevo en movimiento es unir la vergüenza o el miedo con su polaridad opuesta, por ejemplo, la confianza en uno mismo. Incluso si vivimos en un mundo polarizado, podemos seguir fluyendo gracias a la coexistencia del Punto Cero. Podemos unificar nuestras intenciones y peticiones y vivir en el estado de amor del Punto Cero.

El estado de amor se sitúa más allá de las polaridades positiva y negativa. En este estado, el bien y el mal, la luz y la sombra, lo bueno y lo malo y cualquier otra manifestación de la dualidad coexisten en un punto de equilibrio llamado Punto Cero. El Punto cero no es un estado neutro. El Punto Cero no es estático. Es multidimensional, está en continuo movimiento y se mantiene en un espacio que cambia continuamente. Si el Punto cero está constantemente en movimiento, es que la fuerza positiva de la luz y la fuerza negativa de la sombra cohabitan en él sin anularse, a pesar de sus polaridades opuestas.

Equilibrando las dos polaridades en nosotros, elegimos vivir en la compasión y en el amor. Si llegamos a integrar las cargas positiva y negativa de nuestras vivencias, crearemos inevitablmente una vida equilibrada y armónica. Creo que estamos preparados, a partir de ahora, para integrar las polaridades y crear una nueva realidad basada en el estado de amor en el Punto Cero porque ya hemos experimentado muchas veces el desequilibrio entre ellas.

Si salimos del estado de amor del Punto Cero, estamos polarizados, ya sea en el bien o en el mal, en la luz o en la sombra, etc. Ahora bien, ¿qué sucede cuando realizamos una tarea, un proyecto o una actividad en este estado? Creamos su opuesto al mismo tiempo. Por supuesto, nuestras acciones polarizadas pueden conducirnos al resultado deseado. Pero si miramos más de cerca, con más detenimiento, veremos que nuestro proyecto ha exigido más tiempo, energía y estrés de lo necesario. También es posible que el resultado final, aunque aceptable, no sea apropiado para nuestra situación personal. Pero como este proyecto está polarizado y por lo tanto sometido a la ley de la retroacción, creará automáticamente su contrapartida o manifestación contraria a nivel energético.

El único medio de salir de este círculo infernal, consiste en acoger las cargas negativas, utilizarlas e integrarlas para que se conviertan en polos de un imán que atraigan a nuestra vida todo lo que necesitamos. Es difícil mantener una carga positiva muy fuerte cuando la carga negativa es débil. Y más difícil todavía manifestar sólidamente nuevas realidades si la fuerza magnética es insuficiente para que se «peguen» a nuestra vida como imanes en la puerta de una heladera.

La integración de las cargas negativas es un poderoso proceso. Imagina la intensidad que tiene la carga del enojo acumulado desde hace años frente a un padre abusador. Si pudiéramos medir la amplitud energética de este enojo, estaríamos impresionados por su fuerza magnética. Una vez integrada esta carga, se convierte en un polo negativo formidable con el que podemos armonizar un polo positivo equivalente sin necesitar ese enojo. Es el tipo de armonización lo que constituirá a partir de ahora nuestro poder de manifestación.

Para visualizar mejor el Punto Cero, imagina un “globo de cumpleaños” lleno de agua, flotando en medio del océano, sacudido según las variaciones climáticas y las olas. El Punto cero se sitúa en medio de ese globo. Un punto en equilibrio constante, en el centro del globo, a pesar de las turbulencias exteriores.

También se puede ver el Punto Cero como un punto ficticio en medio de una línea recta que implica una polaridad negativa en un extremo y una positiva en el otro. Sin embargo, yo prefiero utilizar la imagen de la esfera. En el Punto Cero, la fuerza positiva se revela óptima en razón de su potencial puesto en acción por la presencia de la fuerza negativa correspondiente, manteniéndose ambas en perfecto equilibrio. Por lo tanto, vamos a imaginar que dos fuerzas opuestas puedan coexistir en el mismo espacio sin unificarse, como los dos polos de un imán.

Cuando ahora utilicemos la carga magnética de una emoción que en otro momento hayamos sentido como inquietante y debilitadora para crear lo que queremos en el Punto Cero, ya no veremos esa carga negativa como algo contra lo que tengamos que luchar sino como una fuerza creativa. Este es un ejemplo para formular una intención: “Elijo divertirme, incluso si estoy cansado”. Para reforzar la idea de que englobamos todas nuestras emociones en nuestra intención, podemos sustituir a veces la fórmula “Elijo... incluso si...” por “Elijo... al tiempo que/a la vez que/aunque (me divierto, tenga miedo, dude de mí, tenga dudas, etc.). Poco importa la fórmula, lo importante es crear incluyendo todas nuestras emociones. Haciendo esto, sentiremos que una nueva energía circula y vibra en nuestro interior. Experimentaremos un sentimiento de poder y resolveremos nuestros conflictos muy rápidamente, puesto que sacaremos partido de ellos en lugar de evitarlos.

A menudo oimos decir que tenemos que dominar nuestro miedo porque el simple hacho de pensar en él acentúa su poder sobre nosotros. También se dice que el miedo es tan poderoso que puede concretar lo que nos asusta. Ahora bien, es precisamente este poder el que queremos explotar en el Punto Cero. Permitiendo que nuestros miedos coexistan con nuestras esperanzas y nuestros proyectos en el Punto Cero, canalizamos este poder. Al introducir una emoción tan fuerte como nuestras intenciones, orientaremos el poder del miedo de manera que responda a nuestras necesidades.

En lugar de tener miedo de la decepción que puede sobrevenir tras un momento de felicidad, reconoceremos y acogeremos este sentimiento. Así, haremos que sirva a nuestros intereses en lugar de perjudicarnos. Tomemos el ejemplo de una reunión, como un congreso o una cumbre de Estado. ¿Has observado que, incluso si se hace todo lo posible para rechazar a los altermundialistas, las multinacionales no llegan a hacer que desaparezcan por completo? El hecho de rechazar una energía que nos da miedo o nos molesta, no hace que ésta desaparezca.

Un día, una conocida mía exclamó: “Cada vez que invoco la luz y vivo una experiencia extraordinaria, sufro después un revés negativo”. Yo experimentaba lo mismo. Después de un viaje extraordinario, siempre me encontraba confrontado a enormes dificultades. A cada experiencia espiritual fuera de lo común, le seguía un periodo de integración (a lo largo del cual me encontraba sometido a diferentes ”pruebas”, como la obligación de desintoxicarme o alguna otra cosa por el estilo), como si siempre tuviéramos que pagar un precio por nuestras experiencias felices. Ahora que incluyo mi decepción en estas experiencias, ya no tengo reveses negativos. El efecto rebote de los regímenes de adelgazamiento constituye otro ejemplo de este fenómeno. Al principio, la persona se priva de determinados alimentos para estar más delgada y sentirse mejor en su piel o para esclarecer su conciencia. Unos meses más tarde, vuelve a engordar muy a su pesar. Las dietas son un ejemplo perfecto de este fenómeno de polarización que termina por engendrar estancamiento y frustración en lugar del dinamismo previsto.

Hay que comprender que ponerse en el Punto Cero no quiere decir “abandonarse”. Al contrario, se trata de mantener dos polaridades diferentes en el mismo espacio. No necesitamos realizar un esfuerzo continuo y especialmente difícil para llevar todo el peso de nuestras debilidades como si tuviéramos miedo de ellas. ¡Ese es precisamente el error! Hay que permitir que existan junto a nuestos lados buenos. Tomemos el caso de una persona a la que le atormentaba la idea de encontrarse de nuevo con su ex-cónyuge en el tribunal de justicia para obtener el divorcio. Se había preparado bien y tenía todos los documentos necesarios. Había elaborado sólidos argumentos y se disponía a presentarlos con la cabeza bien alta.

Ahora bien, esta imagen perfecta de si misma negaba el miedo, el enojo y las heridas que había sentido anteriormente. Polarizada de esta manera, su actitud denotaba un fallo importante que su adversario podría atacar con toda tranquilidad sin ningún problema. A la salida del Palacio de Justicia, esta persona se sentía aniquilada y no comprendía el porqué. Retomemos este ejemplo e imaginemos que esta persona se presenta en el tribunal, bien preparada y orgullosa de si misma pero, esta vez, en el Punto Cero. Ninguna parte de ella habría sido arrinconada, ningún aspecto habría dejado de incorporarse en su círculo de fuerza ni se debatiría entre uno y otro lado. Estaría centrada y con límites sanos. Sus partes positivas y negativas coexistirían en un todo circular. Estaría impulsada por una intención clara en el Punto Cero y se presentaría ante su adversario sin fallos, haciendo que coexistieran su certeza de ganar con su temor a fracasar. Está claro que el resultado de su encuentro sería muy diferente.

Otro error muy común consiste en creer que estar en el estado de amor en el Punto Cero significa no tener límites y estar al servicio de todo el mundo. Una persona me explicaba hasta qué punto era importante para ella consagrarse a una causa y estar al servicio de ésta. Sin embargo, se sentía frustrada porque con frecuencia se sentía engañada por aquellos que intentaba ayudar. Le respondí que eso era porque su abnegación no estaba en el Punto cero. Es importante que estemos en el Punto Cero en cada una de nuestras decisiones. Si, un día, estar en el Punto cero significa consagrarse a otro, pues bien ¡que así sea! Al día siguiente, el Punto Cero podría encontrarse en otra parte puesto que es cambiante. Nuestra intención es vivir en el Punto cero y no ayudar o no a tal o cual persona.

Tomemos ahora el ejemplo de una mujer cuya madre se ha trasladado a menudo y sufrido fuertes cambios cuando estaba embarazada de ella. Ahora que la mujer es adulta, su vida es con frecuencia caótica y desordenada. A menudo se siente confusa y perdida. Cada vez que se encuentra en tal estado, se reactiva su antigua herida. Es en ese momento cuando puede elegir y hacer que coexistan el caos y la serenidad. Puede mantener estos dos opuestos presentes a través de la intención en el Punto Cero y experimentar su equilibrio del Punto Cero sin tener que modificar ni borrar su pasado. Estar en el Punto Cero implica que comprendamos nuestros límites humanos y los acojamos con amor. La unión de la luz y la sombra puede producir un resultado extraordinario y poderoso, pero también será confortable y se tolerará, porque esta unión es apropiada y genera amor...

Los estudiantes que han trabajado con el Punto Cero, hablan con frecuencia de un estado de comodidad y bienestar que exige muy poco esfuerzo. Cuanto más elijamos estar en el Punto cero, más viviremos experiencias y estados emotivos nuevos. Esta nueva forma de pensamiento engendra una gran libertad y un profundo sentimiento de amor. La paleta de colores de las experiencias en el Punto Cero es mucho más variada que el negro, el blanco y el gris a los que estamos acostumbrados. Nos deja acceder a nuevas realizaciones y a nuevos datos.

Ustedes también experimentarán un sentimiento de plenitud cuando se permitan sentir a la vez irritación y placer sin que esas dos experiencias tengan que fusionarse por ello. Este concepto inédito les dará quizá mucho que hacer al principio, porque es como si tuvierais una carga positiva en una mano y una negativa en la otra, y ambas se rechazaran entre si en vuestro interior. La clave consiste en ver esta experiencia como una experiencia de laboratorio y observar lo que ocurre cuando elegís intencionadamente estar en el Punto Cero. De repente, la tensión interior se disuelve y una energía inusitada pero armónica surge en ustedes. Simplemente permitís que coexistan vuestras dos emociones en el mismo espacio como lo hacen los dos polos de un imán para crear un campo magnético. Podes sentir ese campo. ¡Pide el Punto Cero y espera! El campo creado por la coexistencia de dos fuerzas opuestas es la vibración del Punto Cero.

Hagamos una prueba y tomemos uno de nuestros miedos, como el no sentirnos nunca seguros porque pensamos que no tenemos derecho a ello. Permitámonos sentir este miedo a la vez que resistimos la tentación de rechazarlo. En este espacio exiguo, podemos hacer que vibren simultáneamente un sentimiento de expansión y un sentimiento de seguridad. Podemos hacer que vibren la sombra en la luz y la luz en la sombra. Mantengamos la tensión de estas fuerzas contrarias hasta que sintamos que nuestros límites se disuelven y experimentemos un mayor bienestar que si estuviéramos polarizados.

¿Cómo alcanzar el Punto Cero o aproximarse de manera regular y constante? Utilizando el poder de la intención. Por ejemplo, cada mañana al despertarnos, podemos formular la siguiente intención: “Hoy, elijo estar en el Punto Cero incluso si no sé cómo”. También podes ejercitarte poniendo todos los incidentes de tu vida cotidiana en el Punto Cero. ¿Te pone nervioso el mecánico del coche? Cambia tu frecuencia diciéndote interiormente: “Elijo vibrar en otra frecuencia aunque me sienta frustrado/a por la actitud del mecánico” ¿Estas haciendo cola en la caja de una tienda y empezas a impacientarte? Deci: “Elijo poner esta experiencia en el Punto cero aunque me irrite la lentitud de la cajera”.

Utilizando así los pequeños acontecimientos cotidianos, acumularás experiencias en el Punto Cero. Una vez que hayas amasado las suficientes, descubrirás una nueva manera de vivir y, en lugar de estar gobernados por vuestros viejos programas, empezarás a vivir experiencias originales”.
Kishori Aird.


Dar gracias a Dios con gozo, en todo y por todo.
I Tes.5:16-18, Efes.5:20